El delantero del PSG dictó sentencia con un solitario tanto en el que debía ser el gran duelo entre el capitán de la albiceleste y un Neymar que fue frenado al límite por sus rivales
Leo Messi al fin logró ese sueño tan deseado: ser campeón con Argentina. No firmó, ni mucho menos, su mejor partido. Le controlaron mucho, Tanto, que tuvo su opción para consagrarse, pero, ante el portero, él, que muy pocas veces perdona, pareció verse solo ante el abismo.
Neymar, con quien los albicelestes se emplearon sin piedad, por su parte dejó algún destello de calidad, pero no pudo evitar que Brasil viviera una suerte de segundo maracanazo que, según confesó él mismo antes del duelo, no lo será tanto: muchos compatriotas deseaban ver al capitán albiceleste levantando el título. Algo que Di María haría realidad con un 1-0 que sería ya inamovible. Y el brasileño, al final, felicitó a su buen amigo fundiéndose en un abrazo sobre el césped.
Por mucho que Messi y Neymar fueran nombrados ex aequo mejores jugadores del torneo antes incluso de que el balón empezara a rodar sobre el césped de Maracaná, las dos estrellas firmaron una primera parte más bien discreta. El argentino, cómo no, le puso ganas. Muchas ganas.
Presionó como un jovenzuelo y no tuvo problemas en ir al choque con contundencia para hacerse con el balón. Pero, siempre que lo tenía más o menos controlado, tenía encima a varios rivales. Agobiándolo. Exasperándolo. El crack del PSG, cómo no, recibió un trato similar. De ahí que se fuera a los vestuarios incluso con el pantalón hecho unos zorros.
En los primeros 45 minutos hubo más ganas de marcar territorio que fútbol. Neymar, precisamente, tuvo en sus botas un primer aviso que se estrelló en la zaga rival. Argentina, en cambio, no perdonó en la primera que tuvo. Di María, el mejor sobre el césped de ese primer tiempo tan trabado, tras arrancar al límite del fuera de juego y aprovechar un despiste de Renan Lodi, impreciso al buscar el corte, se encargó de convertir en gol un precioso desplazamiento largo de De Paul con un toque sutil sobre la salida de Ederson.
Sólo se habían jugado 21 minutos del duelo y la albiceleste, casi como durante todo el torneo, estaba de nuevo por delante en el marcador. De nada le sirvió a Brasil apretar los dientes y prodigarse más en ataque para buscar el empate.
QATAR EN EL HORIZONTE
El 1-0 se mantuvo hasta el descanso, Tite buscó un revulsivo con la entrada de Firmino y la canarinha convirtió su necesidad de buscar el empate en virtud. Richarlison tuvo dos grandes opciones para poner el 1-1. La primera fue invalidada por fuera de juego, mientras que en la segunda se encontró con el Dibu Martínez.
Neymar, mientras, pidió penalti tras un encontronazo en el área. Y lo mismo hizo Messi poco después. En ambos casos, sin consecuencias. Argentina sólo podía responder a chispazos al aluvión de los brasileños, siempre más voluntariosos que acertados.
Poco a poco, el choque retomó la intensidad inicial. Y Neymar, como siempre, se llevó más de una tarascada. La épica, por momentos, se alió con la férrea defensa de los de Scaloni, dispuestos a todo para conservar el 1-0 como oro en paño y con Otamendi agigantándose en los momentos más desesperados. Gabriel Barbosa bien pudo atestiguarlo.
Con todo, la mejor opción la tendría Messi, en el ocaso, tras arrancar desde la medular y combinar con De Paul, que lo dejó solo ante Ederson. El capitán argentino se quedó a medias.
Ni buscó el disparo ni logró regatear al meta rival, quien se las arregló agónicamente para desbaratar lo que podría haber sido su consagración plena con la albiceleste. Un sinsabor que, seguro, se borró de un plumazo cuando levantó el primer trofeo de Argentina en 28 años. Su primer título con la absoluta: la Copa América. Con Qatar, desde luego, en el horizonte.
MESSI: «ES INEXPLICABLE LO QUE SE SIENTE»
Horas después del partido, Leo Messi seguía emocionado por su primera conquista con la albiceleste después de varias decepciones: «Es una locura. Es inexplicable lo que siente. Me ha tocado irme triste y sabía que se me iba a dar. Este grupo se lo merecía. Estoy feliz», señaló el 10.
El capitán albiceleste, de 34 años, se quitó la pesada mochila cargada con tres finales perdidas de Copa América (2007, 2015 y 2016). «Necesitaba sacarme la espina de ganar algo con la Selección. Fueron muchísimos años. Sabía que en algún momento se iba a dar. Fue en Brasil y ganándole a Brasil. Estoy muy agradecido», dijo a los periodistas mientras abrazaba el trofeo que se le había negado en varias ocasiones.
«Hay que aprovechar esto. Yo ya les dije a los chicos que son el futuro de la selección. Y ya lo demostraron. Ya conocía a los chicos. Es un grupo espectacular. Me siento feliz siendo parte con ellos. Estos 45 días terminaron de forma impresionante», añadió.